sábado, 24 de mayo de 2008

En costas extrañas

Es de Tim Powers, así que es de acción trepidante, tiene una cuidada ambientación histórica, y la fantasía es un elemento natural, real y cotidiano.
De nuevo, el personaje principal se ve arrastrado por una sucesión inevitable de acontecimientos que apenas si entiende, que le llevan a una situación más o menos desesperada de la que debe aprender a salir sobre la marcha.

Capturado por piratas en el Caribe y enfrentado a poderosos magos se verá envuelto en combates navales, contra barcos y tripulaciones reales o contra barcos naufragados tripulados por zombis, irá a buscar la Fuente de la Eterna Juventud, e intentará librarse de la horca y encontrar un futuro más prometedor, al tiempo que aprende a utilizar la magia en su propio provecho.

En general, es un libro en la línea de La fuerza de su mirada o Las puertas de Anubis. Quizás es algo menos absorbente, pero sigue siendo igual de entretenido y de recomendable.

domingo, 4 de mayo de 2008

Gothika

Lo compré porque era el ganador del Minotauro. Las primeras críticas no eran malas, no del todo. Pero después de leer el libro, no alcanzo a comprender como ganó. No me creo que no se haya escrito nada mejor que esto.

En un principio, no está mal planteado. Dos tramas que avanzan conjuntas, cada una en un momento de tiempo diferente: una en el pasado y otra en el presente, una por capítulo. Pero ahí acaba todo lo bueno del libro.

Las tramas avanzan a trompicones, es difícil saber si ha pasado un día, un mes, o una semana desde el final del capítulo anterior. Incluso mezcla en el mismo capítulo diferentes momentos temporales de la historia, sin dejar claro el momento que está contando.
Además la trama no es coherente y cae en contradicciones, los personajes son planos, hablan todos igual y sus motivaciones prácticamente no existen, actúan más por exigencias de la historia que al revés, las conversaciones son irreales y llegan a rayar en el absurdo.

Tampoco ayuda a la lectura la costumbre de utilizar palabras o expresiones de uso poco común, quizás en un intento por enriquecer el texto, que todo lo que consigue es destrozarlo. No basta con usar alguna palabra suelta por ahí de vez en cuando, el tono del texto en general debe acompañar, o queda fatal.

Lo mismo que las parrafadas que suelta sin venir a cuento, que rompen el poco ritmo que consigue de vez en cuando, y dan toda la impresión de estar ahí para demostrar los conocimientos de la autora sobre un tema: la explicación sobre la absenta, sobre los masai, la información sobre hechos históricos en la trama antigua que confunde más que aclara por lo vago e impreciso de la información, por citar algunas.

Y el final es sencillamente desastroso. Quedan sin resolver las situaciones de casi todos los personajes y se limita a unir las dos tramas en un párrafo, liquidando de un plumazo lo único que todavía podía salvar la novela con un giro absurdo y traído por los pelos, a través de una explicación sencilla y simplista, sin sentido, como hace tantas veces a lo largo de la novela. Explicaciones (que no motivaciones) hechas para dar sentido a alguna parte de la historia que no ha quedado bien justificada.

No es ni mucho menos un libro que se pueda recomendar.

sábado, 6 de octubre de 2007

Trafalgar

Este en un libro muy recomendado en general, y desde mi punto de vista, con motivo. Es el primero de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, de los que también he oído buenas críticas. Apuntados quedan después de confirmar con esta novela que merece la pena leerlos.

Trafalgar es una novela corta, no llega a las doscientas páginas, que se lee muy rápido y bien. El estilo del autor es desde luego envidiable, ameno y de lenguaje rico pero no ampuloso.
La ambientación es muy buena, sumerge al lector en la época y en el combate naval, al que se llega después de explicar la situación política, social y económica, casi siempre a través de conversaciones amenas y hasta divertidas entre los personajes, transmitiendo de esta forma la historia sin que el lector sufra en el proceso, más bien al contrario entretiene y divierte.
La trama empieza a desarrollarse unos años antes de la batalla y termina poco tiempo después, explicando las causas que llevaron al desastre y las consecuencias que acarreó para el país. El combate naval es intenso, contado con soltura y profusión de detalles, se hace interesante incluso si se conoce el desenlace. También se extiende en contar los días inmediatamente posteriores, los naufragios de los navíos severamente dañados, los intentos por recuperar algunos de ellos y la llegada a la costa española de los marinos supervivientes.

Sólo una cosa puedo decir en contra de la novela, y es su corta extensión. Es un buen libro que se acaba demasiado pronto.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Olvidado rey Gudú

Ana María Matute escribió una novela fantástica un tanto especial. Efectivamente, aparecen hadas, magos, ondinas, trasgos, y otros seres fantásticos como los Hermanos de los bosques; nos cuenta el nacimiento y expansión del Reino de Olar, un reino imaginario cuya historia está plagada de luchas de poder, odio entre hermanos, rivalidades, codicia, asesinatos, traiciones, y unas pocas amistades. Pero el tono general del libro es melancólico, y hay algo más escondido entre sus páginas, algo sobre la infancia perdida, sobre el amor y las consecuencias que trae para el que ama profundamente, sobre la atracción hacia lo desconocido, fatal cuando se convierte en obsesión, sobre la predestinación hacia el olvido.
Y nos habla de todos estos temas a través de personajes vivos que transmiten sus sensaciones y emociones, acompañada de la magia de la fantasía, realmente evocadora y atrayente, con esa sensación constante de estar ante algo maravilloso que no podemos ni podremos comprender nunca.

El principio se me hizo algo pesado y largo, pues se dedica a contar la historia del futuro Reino de Olar de una manera muy poco atractiva, al estilo más de un libro de historia árido y poco entretenido, como si la novela tardara unas cuantas decenas de páginas en empezar. Pero luego, cuando la trama se centra y los personajes se despegan de las páginas, cautiva y fascina hasta el final de sus casi mil páginas, que no se hacen demasiadas. Más bien al contrario.

La novela deja un resto de melancolía, pues hace reflexionar sobre aspectos de la vida que están envueltos en ella y nos la dejan pegada al cerrar el libro.
Siempre recomendable.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Un mundo feliz

Aldous Huxley, el autor de la novela, nos presenta un futuro utópico, en el que sólo hay un gran estado mundial que ha creado y controla una sociedad feliz y despreocupada, después de una guerra que afectó a todo el planeta. Ya no existe la guerra ni la pobreza, y todos tienen cubiertas sus expectativas y deseos.
Pero para alcanzar este estado de felicidad, se ha tenido que manipular la historia y sacrificar la libertad, la familia, la religión, el arte, la literatura, y en general, la cultura en su más amplia acepción: todo aquello que pueda suponer una dificultad o un problema para alguien ha sido convenientemente eliminado.
Los individuos son incubados y predestinados, aún antes de nacer, a pertenecer a diferentes castas que se distinguen por su nivel de inteligencia y desarrollan diferentes tareas. No por esto dejan de ser felices, ya que desde que nacen los niños son condicionados mediante la hipnopedia para aceptar su situación actual y futura, de manera que se sientan felices desarrollando las tareas que les corresponden. Igualmente, son condicionados para ser buenos consumidores con el fin de favorecer el crecimiento económico, y a ser promiscuos para que nadie se sienta decepcionado ante el rechazo de otra persona.
El gobierno ha institucionalizado el uso de drogas, pues aquellos que tengan algún pensamiento que no sea feliz deben tomar soma, una droga proporciona el mismo gobierno, que anula estos pensamientos e induce un estado de felicidad irreal.

La contrapartida de esta sociedad es la reserva de Malpaís, un lugar donde aún se vive "a la antigua", donde las mujeres siguen teniendo hijos, la familia sigue existiendo, se sigue educando a los hijos, la religión domina casi todos los ámbitos de la vida y aún queda algún vestigio de cultura.

Es, en definitiva, una dictadura camuflada, que sobrevive sin que nadie se aperciba de que está ahí, como una cárcel sin muros de la que los reclusos no piensan en escapar porque nadie sabe que está preso. O casi nadie. Pues el personaje que sirve de hilo conductor de la novela, Bernard Marx, es precisamente un individuo que no se encuentra a gusto en esta sociedad que no le deja elegir, a quien no le gusta tomar soma, pues anula su voluntad, que no disfruta de la promiscuidad ni de los juegos: no es feliz.
A través de Bernard Marx el autor nos muestra esta sociedad y sus contrastes con la forma de vida de Malpaís, lugar en el que si se siente feliz y donde conocerá a otro de los personajes fundamentales de la novela, John, un hijo natural de Linda, una mujer que, como Bernard, viajó a Malpaís y quedó atrapada allí. John conoce por lo tanto las dos sociedades, y Bernard cree que llevándolo de vuelta a la civilización conseguirá hacerse comprender mejor.

Me recordó mucho a 1984, como no podía ser de otra manera, pues en ambas novelas el personaje principal no está contento con la sociedad, es un incomprendido, el pasado, molesto, se suprime, y se anula la voluntad del individuo. La diferencia, además del final, está en las diferentes sociedades que presentan, pues en 1984 es una sociedad pobre, condicionada por la guerra, mientras que en esta novela es una sociedad feliz, rica y consumista, alegre y sin preocupaciones de ningún tipo.
Aunque el mensaje sigue siendo el mismo.

domingo, 9 de septiembre de 2007

La carta esférica


Después de la "adaptación" de Alatriste, era más bien reacio a dejarme engañar de nuevo por otra adaptación de otra de las novelas de Pérez-Reverte, por más que el libro lo merezca, pero finalmente decidí que, si director, guionista y actores eran distintos, el resultado seguramente sería mejor.
Y ciertamente lo es, pero no para tirar cohetes. La película no decepciona, aunque el ritmo no es constante. Ya desde el principio empecé a desengañarme, pues las primeras escenas del barco tomadas desde el aire, demasiado simples, demasiado largas, con un tímido efecto de sobreimpresión de los nombres de los actores mal aprovechado, dejan entrever que no podía esperar el uso adecuado de los recursos técnicos a lo largo de la película, pero no son de recibo tantos errores de realización, ni un final tan atropellado que realmente cuesta saber ni siquiera donde están.

El guión es demasiado simple, Imanol Uribe simplifica demasiado el libro hasta el punto de que la investigación, que es el hilo conductor de la historia, llena de misterio y con la amenaza constante de los rivales (en el libro, se entiende), aparece casi como un juego y adolece de un nulo esfuerzo de producción que la convierten en algo secundario y monótono, que no engancha en ningún momento, exceptuando tal vez la escena en el despacho del profesor de universidad. Hasta el descubrimiento de los restos del barco, uno de los momentos culminantes, es previsible, poco emocionante y decepcionante, rodado en unas aguas a las que no se puede aplicar el calificativo de límpidas y con unos fondos marinos aburridos (mención aparte merece el numerito de la cueva, que si ya es un despropósito bucear sólo, más lo es meterse allí dentro).

Los personajes en general resultan poco creíbles, con unas actuaciones de las que sólo se salvan Carmelo Gómez (Coy), y tal vez Javier García Gallego (Piloto), y que llega a ser nefasta para la película en el caso de Aitana Sánchez-Gijón (Tánger Soto), personaje fundamental por ser el nexo de unión de todos los demás, resulta sencillamente increíble cada vez que aparece en escena en su papel de mujer hermosa, manipuladora y mentirosa, características que no llega a transmitir, hundiendo la historia de amor entre los dos personajes principales. Para terminar de rematar, los personajes de Enrico Lo Verso (Palermo) y Gonzalo Cunill (Kiskoros) quedan desdibujados, son malos de “cartón-piedra” que aportan poco a la historia, con el resultado de restar verosimilitud al giro final de la película, que no queda nunca justificado.

Una película que si bien por momentos promete, y en algún momento llega a ilusionar, acaba por convertirse en aburrida y monótona debido a la falta de ritmo, las malas interpretaciones y un guión mal planteado que no engancha.

martes, 31 de julio de 2007

Ocean's Thirteen


Tercera entrega de la saga de ladrones de casinos, Ocean's thirteen es justamente lo que esperaba de ella: un calco de las dos anteriores, un producto de entretenimiento sin más pretensiones, que termina siendo la peor de la serie.

Danny Ocean (George Clooney) y su banda sólo tendrían una razón para realizar su golpe más ambicioso y arriesgado: defender a uno de los suyos. Willy Bank (Al Pacino), el despiadado propietario de un casino, nunca hubiera imaginado que todo se iba a poner en su contra cuando traicionó a Reuben Tishkoff (Elliott Gould), amigo y mentor de Danny Ocean. Pero Bank se equivocó… para su desgracia. Quizás pudo derrotar a uno de los miembros originales de la banda, pero dejó a los demás en pie y les dio un propósito compartido: derrotar a Bank en la noche de la gran inauguración de su nuevo casino.

Y ya está. No hay más. Repite la fórmula humorística de las dos anteriores y consigue ser ligeramente divertida por momentos. Pero hay demasiados actores, y algunos secundarios, que no aportan prácticamente nada a la historia, tienen una presencia tan forzada y aparecen tan poco que da la impresión de que están ahí porque aparecieron en las anteriores y nos los ponen de nuevo para que no les echemos de menos. Las nuevas aportaciones de Al Pacino y Ellen Barkin se diluyen en el exceso de actores y las prisas del guión, y hasta una interpretación como la de Al Pacino, que al principio se asemeja esperanzadoramente a la que hizo en Pactar con el diablo, finalmente decepciona, cosa extraña en él.
Además, en esta ocasión todo ocurre demasiado deprisa, casi sin explicaciones, buscando más la sorpresa del espectador que un guión sólido y coherente, en el que recursos como el del terremoto son poco creíbles, por ser suave. Da la impresión de que se les ha ido la mano en un intento por conseguir efectos más espectaculares.
Y para terminar de arreglarlo el final es evidente. La película pasa sin emoción, sin suspense, elementos necesarios en este tipo de películas, y que al menos estaban presentes en las entregas anteriores.

En definitiva, una película que hace pasar un buen rato pero que no alcanza a Ocean's Eleven, para mí la mejor de la serie con diferencia.

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