lunes, 30 de abril de 2007

El tapiz de Fionavar. Sendero de tinieblas.

La impresión general de la serie, una vez terminada, no es mala. El autor consigue crear un mundo nuevo bien ambientado, llenarlo de detalles, de personajes consecuentes y coherentes, de poder, incluso de una cierta épica. Pero falla en la ejecución. El tercer libro se hace largo. Es el más extenso, y además es lento. Desesperantemente lento. Va desgranando muy despacio los sucesos desde las diferentes perspectivas de los extranjeros. Esto, que podría utilizarse para enriquecer la narración, la entorpece, puesto que cuenta una y otra vez las mismas cosas sin apenas variaciones. Si en los libros anteriores caía en este fallo con cierta frecuencia, en este libro es constante. Durante buena parte del libro queda la impresión de que se podría contar lo mismo con menos páginas y quedaría mucho mejor.
Y para rematar la batalla final no es dinámica, no transmite la acción y la intensidad que debiera. Y el desenlace tarda tanto en resolverse que se hace eterno.
La serie deja un sabor agridulce, de una historia con muchas posibilidades que a veces consigue atrapar, pero que las más de las veces se hace lenta por repetitiva y falta de ritmo.

sábado, 21 de abril de 2007

Nunca he sabido hacer el equipaje

Nunca he sabido hacer el equipaje. Me cuesta meter en una maleta la melancolía y la tristeza, o la ilusión y la esperanza. Es mejor aceptar que, sencillamente, no sé como hacerlo. Siento que cada vez que me voy de un lugar dejo atrás una parte de mí mismo, algo que no soy capaz de llevarme. Esa parte que se queda junto a las personas que he conocido, en los lugares que he frecuentado. Habitualmente no me importa, no consigo conectar con la gente, pero me sienta fatal cuando lo he conseguido.
Por eso estoy tan triste esta noche. Aquí he encontrado algo que ya no esperaba. No sé si lo comprenderá, pero he de irme. Estamos demasiado implicados, o al menos yo lo estoy. Es mejor acabar con esto cuanto antes e irme ya, que esperar a que sea demasiado tarde y no tenga más remedio que escapar otra vez. Antes de que empiecen a aparecer muchos a la vez y lo noten los demás. Me habría gustado explicarle que no es posible, que yo no puedo llevar una vida normal, que conmigo no hay futuro alegre y final feliz, pero casi habría sido peor. Si le hubiera contado la verdad no me habría creído, y una mentira le habría hecho más daño que irme sin más. Y tengo miedo de que lo haya notado. Si se da cuenta y me pregunta me derrumbaré. No puedo decirle que no son personas vivas, que los atraigo porque cerca de mí son visibles para los demás. No hay uno solo que no lo desee con toda su alma, están desesperados por comunicarse con los vivos. Hoy he visto al primero de ellos desde que estoy aquí. Es mi vida, debería aceptarlo de una vez. He de irme.
Cierro la puerta y bajo las escaleras. Allí abajo, en el portal, me espera una sorpresa. Viene con las maletas. Igual esta vez no me voy solo. Igual esta vez me cuesta un poco menos llevarme la ilusión y la esperanza.

Fotografía: mizuiroelk.


El cuentacuentos

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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