martes, 31 de julio de 2007

Ocean's Thirteen


Tercera entrega de la saga de ladrones de casinos, Ocean's thirteen es justamente lo que esperaba de ella: un calco de las dos anteriores, un producto de entretenimiento sin más pretensiones, que termina siendo la peor de la serie.

Danny Ocean (George Clooney) y su banda sólo tendrían una razón para realizar su golpe más ambicioso y arriesgado: defender a uno de los suyos. Willy Bank (Al Pacino), el despiadado propietario de un casino, nunca hubiera imaginado que todo se iba a poner en su contra cuando traicionó a Reuben Tishkoff (Elliott Gould), amigo y mentor de Danny Ocean. Pero Bank se equivocó… para su desgracia. Quizás pudo derrotar a uno de los miembros originales de la banda, pero dejó a los demás en pie y les dio un propósito compartido: derrotar a Bank en la noche de la gran inauguración de su nuevo casino.

Y ya está. No hay más. Repite la fórmula humorística de las dos anteriores y consigue ser ligeramente divertida por momentos. Pero hay demasiados actores, y algunos secundarios, que no aportan prácticamente nada a la historia, tienen una presencia tan forzada y aparecen tan poco que da la impresión de que están ahí porque aparecieron en las anteriores y nos los ponen de nuevo para que no les echemos de menos. Las nuevas aportaciones de Al Pacino y Ellen Barkin se diluyen en el exceso de actores y las prisas del guión, y hasta una interpretación como la de Al Pacino, que al principio se asemeja esperanzadoramente a la que hizo en Pactar con el diablo, finalmente decepciona, cosa extraña en él.
Además, en esta ocasión todo ocurre demasiado deprisa, casi sin explicaciones, buscando más la sorpresa del espectador que un guión sólido y coherente, en el que recursos como el del terremoto son poco creíbles, por ser suave. Da la impresión de que se les ha ido la mano en un intento por conseguir efectos más espectaculares.
Y para terminar de arreglarlo el final es evidente. La película pasa sin emoción, sin suspense, elementos necesarios en este tipo de películas, y que al menos estaban presentes en las entregas anteriores.

En definitiva, una película que hace pasar un buen rato pero que no alcanza a Ocean's Eleven, para mí la mejor de la serie con diferencia.

jueves, 19 de julio de 2007

La espada de fuego

Como se puede leer en la reseña de la contraportada:

Zemal, la Espada de Fuego, es el máximo símbolo de poder y la mayor aspiración de todo guerrero. Sólo los Tahedoranes, los grandes maestros de la espada, pueden competir por ella en una carrera sin cuartel por descubrir su escondite. Tras la muerte de Harión, el último Zemalnit, siete aspirantes se disputan la espada; pero hay en juego algo más que la ambición de poder, pues extrañas fuerzas están dispuestas a romper la concordia entre los hombres y los dioses, exiliados desde hace largo tiempo de Tramórea. Aquéllas se han unido para despertar a Tubilok, el dios rebelde que duerme fundido en una roca en los abismos del Prates y cuyos sueños se convierten en las pesadillas de los hombres.

Derguín y Kratos May, los guerreros, y Linar y Mikhon Tiq, los magos, deberán enfrentarse al caos y la destrucción a fin de superar las múltiples traiciones y trampas de Togul Barok, príncipe de Áinar, así como para ganar la Espada de Fuego y salvaguardar el frágil equilibrio de Tramórea.

La espada de fuego es una novela de fantasía épica, o fantasía heroica, con muchos de los elementos que caracterizan este género.

Estuve a punto de abandonar la lectura al principio. Me costó mucho meterme en la historia a causa del exceso de nombres extraños y, sobre todo, complejos y difíciles de leer, y por lo tanto de recordar. Además, me encontré con otros dos aspectos que no me gustaron: las descripciones de los movimientos durante los combates o en los bailes se hacen confusas, aspecto que mejora sensiblemente más adelante; y en segundo lugar pero más importante, se nota demasiado la amalgama de tradiciones y religiones, de todo lo que Javier Negrete a oído o leído, y que mezcla sin demasiado tino en ocasiones, restándole interés al libro.
Afortunadamente, no me gusta dejar un libro una vez que lo he empezado, y me empeñé en seguir con la esperanza de que mejorara. Y acerté. La narración avanza y, una vez medio acostumbrado a los nombres, aparece una novela interesante, que engancha, que va desgranando una historia llena de acción, de magos y guerreros, de dioses enfrentados que intervienen en los asuntos humanos para salirse con la suya, de luchas de poder entre los bandos enfrentados por la espada de fuego, que resulta ser una lucha de poderes que está más allá de la comprensión y del alcance humanos. Incluso lo que antes parecía una amalgama de costumbres, se traduce en una buena mezcla de las diversas fuentes a las que recurre Javier Negrete, consiguiendo entonces una excelente ambientación. Además, la magia en La espada de fuego está muy bien llevada, con elementos originales y mucha coherencia, no se trata de un parche o un añadido más sin fundamento.
La novela está ambientada en una época seudo-medieval, como no podía ser de otra manera, donde tanto las diferentes culturas de Tramórea como sus paisajes están bien descritos. Pero en esta ocasión vamos descubriendo poco a poco que los avances en la ciencia y la tecnología no están por venir, si no que ya se han producido y se han olvidado, pues se trata de un mundo post-apocalíptico en decadencia desde la época de la conquista espacial, del que apenas quedan algunas reminiscencias y ruinas. De hecho, los habitantes de Tramórea todavía no han terminado de explorar su mundo.

Una novela en la que es difícil introducirse, compleja y coherente, pero que merece la pena leer. Aún más si tenemos en cuenta que el autor, Javier Negrete, es español, lo que convierte a esta saga en una de las más interesantes de la fantasía española. Desde luego, habrá que leer la segunda parte, El espíritu del mago.

miércoles, 11 de julio de 2007

De parte de la princesa muerta

Novela histórica de la época de entreguerras en la que Kenizé Mourad cuenta la vida de su madre, Selma, hija de una princesa otomana que es expulsada de Turquía junto con el resto de la nobleza turca después de la primera guerra mundial.
Escrito con una voz distante, un narrador omnisciente que se hace demasiado lejano al principio y hace difícil entrar en la historia, pero que, paradójicamente, atrapa conforme avanza la lectura, describe con pequeñas pinceladas, sin pararse en largas descripciones, y siempre a través de los sentimientos y pensamientos de Selma, los ambientes de la corte otomana, del Líbano bajo ocupación francesa, de la India de los rajás, y del París confiado ante la amenaza de los nazis.
Cuenta desde el punto de vista de una mujer musulmana los cambios políticos del período de entreguerras. La vida opulenta y despreocupada de la infancia en el harén, el fin del imperio turco; la adolescencia en el Líbano; las convulsiones internas en la India y el movimiento independentista del dominio inglés, ya casada con un rajá; la vida alegre y despreocupada del París de preguerra, de una nación confiada en sí misma, ignorante de lo que se le viene encima. Como novela histórica, cumple muy bien su cometido. La autora es capaz de recrear cada uno de los momentos históricos en sociedades muy diferentes, de manera que se comprenden fácilmente las luchas de poder en la Turquía vencida, las diferencias entre los musulmanes chiítas y sunitas, entre musulmanes turcos y musulmanes indios, entre hindúes y musulmanes y entre los colonos ingleses y los nativos en la India, y la vida distendida y confiada en París.
Y siempre contando la historia de la vida de Selma, una historia triste de desarraigo y búsqueda interior, que no deja de tener momentos de alegría, y que en ningún momento se hace pesada. Un libro emotivo y evocador, en el que se pueden encontrar algunas reflexiones interesantes sobre la vida, que llega a hacerse corto a pesar de su extensión, y que deja buenas sensaciones con un regusto amargo. Aquel que llegue hasta el final podrá comprender por qué.

lunes, 9 de julio de 2007

Shrek 3


Tenía pendiente esta película, era imperdonable después de ver las dos primeras. Además, es una de las terceras partes que tengo pendientes (Shrek 3, Piratas del caribe: en el fin del mundo, y Ocean’s Thirteen).
Me tiene un poco preocupado que todas las películas que quiero ver sean terceras partes. Porque ésta me ha decepcionado.
La película no es mala, tiene sus momentos, sus risas, hay bastantes personajes nuevos, todos personajes de cuentos, claro, y a nivel técnico es impecable. Sorprendentes la animación, la luz, las texturas. Pero no es como las dos primeras partes. No solo no me he reído tanto, es que además se me ha hecho un poco larga. Después de la primera media hora sabía lo que iba a pasar en el resto de la película, y esto no es algo que ayude mucho. Además, los personajes nuevos no aportan nada a la historia, que vuelve a ser la misma receta de las dos primeras: un cuento de hadas donde los buenos son los malos y viceversa, contado con un humor irreverente que esta vez se les ha quedado un poco soso.
Quizás mi error fue ir a verla esperando que superara a sus predecesoras, pero se habían puesto el listón muy alto y me da la impresión de que la serie ya está agotada. A partir de aquí, si no se esfuerzan por introducir algún elemento que renueve la serie, solo podemos esperar clónicos hechos para sacar dinero.

Una película para ver sin esperar gran cosa. Quizás entonces se disfrute más y quede como lo que es: una historia amena, pero ya conocida, para pasar el rato.

jueves, 5 de julio de 2007

Tradición

La mirada que le devolvió el espejo no era la suya. Una mujer joven de porte elegante y mirada alegre, con una pizca de compasión. Tal vez porque, a pesar de que no podía verla ni oírla, sabía que estaba al otro lado del cristal pulido y frío. Los ojos extraños se desviaron y la dejaron otra vez aislada. Las brumas volvieron, perezosas, y cubrieron el espejo de cuerpo entero encajado en la pared, difuminando despacio la imagen del mundo exterior como la niebla oculta el paisaje al otro lado de una ventana. Allí dentro no hay sonidos ni olores ni se mueve el aire. Una inmensidad vacía de suelo acolchado y paredes rígidas de colores cambiantes siempre oscuros, iluminadas apenas por la luz tenue, fantasmal, que deja entrar la bruma a través del cristal del espejo, único vínculo con el exterior. Un semicírculo de luz que hace más agobiante la vastedad que se oculta en las sombras, las paredes que se pierden en la oscuridad, el suelo que se aleja y al que no ha encontrado fin por más que se ha alejado tanteando la nada.
Una hora después, o una semana después, o un día después, ya no sabe medir el tiempo, la niebla se retira, apresurada, y los ojos aparecen de nuevo. Esta vez se quedan lo suficiente como para que las brumas se aparten por completo. Entonces le parece que ocupa el sitio del espejo en lugar de mirar a través de él, como si se bajaran en parte las barreras que la retienen, y casi se siente libre otra vez: puede observar a su alrededor, oye las conversaciones, los ruidos amortiguados de la calle, huele el perfume que se está poniendo la dueña del espejo mientras analiza su aspecto reflejado con gesto crítico; pero es una ilusión cruel, pues los demás no pueden verla ni oírla.
Una criada entra en la habitación cargada con una montaña de cajas de sombreros, acompañada del parloteo que la rodea constantemente y que las envuelve a las tres mientras la joven se los va probando uno a uno, sin prisa. Las dos se ponen de acuerdo por fin y deciden que han encontrado el más apropiado, el que mejor queda con el vestido, el que no desentonará en un almuerzo al aire libre. La criada da un paso hacia atrás para observar mejor el efecto y tropieza sin querer con el soporte del espejo. El ruido del cristal rompiéndose no se oye, lo cubre el grito de la joven. En la habitación los trozos de cristal han quedado esparcidos por el suelo, mientras que dentro del espejo el cristal se ha roto pero los fragmentos se han quedado en el marco formando un puzzle imposible. Los empuja con la mano y todo el puzzle se derrumba. El marco del espejo queda vacío, formando una puerta. Un humo gris, denso y pesado, emana del borde de los cristales rotos cuando la atraviesa, y se expande por la habitación y alcanza hasta el último rincón atrapando a las dos mujeres. Luego se concentra sobre el espejo roto y desparece.
Como quien ha estado soñando despierto y vuelve a la realidad de golpe, se encuentra de nuevo delante del espejo intacto. Atrás han quedado las dos mujeres, en otro lugar y en otro tiempo. Desorientadas por el humo, que era ella misma, y asustadas porque el espejo ya no está roto. Ahora, muchos años antes, se ve a sí misma en el reflejo, junto a su madre, que hace tanto tiempo y a la vez hace un momento, la empujó contra el espejo encerrándola dentro para cumplir con la tradición.
Ha cumplido dieciséis años y debía pasar la prueba, conocer el secreto de las mujeres de la familia, su forma de conocer el futuro. Incluso ahora podría haber alguna de sus ascendientes dentro del espejo.

Fotografía: Jungle-Jew.


El cuentacuentos

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Entrada más reciente Entradas antiguas Página principal