martes, 1 de mayo de 2007

Identidad

El título de aquel libro llamó poderosamente mi atención. Lo abrí con la esperanza de encontrarme dentro, pero tampoco estaba allí. El autor debía estar pensando en otra cosa, o no recibió la inspiración adecuada. La desilusión no fue más que una pequeña comezón en el pecho, fruto de la costumbre. Me habría gustado convertir el libro en polvo, pero no puedo hacerlo, así que lo dejé otra vez en su sitio.
—¿Todavía no lo has encontrado?
A mi lado había una chica de mi edad vestida muy a la moda, pero no me engañó. Era otra vez esa vieja del demonio, o más bien ese demonio viejo y arrugado.
—Debes estar muy aburrida para que vengas a entretenerte conmigo —le dije en el tono más despectivo que pude adoptar.
La chica desapareció. En su lugar apareció una anciana extremadamente fea. Tenía el pelo blanco desgreñado. Podía conseguir que su cara fuera una de las cosas más desagradables de mirar.
—¿No creerías que iba a esconderlo en un sitio tan evidente? —me dijo sonriendo como sonreiría un gato que jugara con un ratón recién atrapado, disfrutando un rato con él antes de comérselo. Yo sabía que se estaba riendo de mí. También a esto me había acostumbrado.
—Una vez me dijiste que habías escondido mi nombre en un libro que tenía por título un nombre de mujer. Debe ser la única vez que me has dicho la verdad. A lo mejor es la única vez que le has dicho la verdad a alguien.
—Este juego tiene sus reglas. Una de ellas me obliga a contestar una sola pregunta, y así hago con todas —aunque su tono de voz dejaba bien claro que no estaba en absoluto de acuerdo con aquella regla, un lamentable error que alguien había cometido al redactarlas—. Así que no te des tanta importancia. Recuerda que no eres la única diversión que tengo.
—Pues vete a dar la paliza a alguna de las otras, y déjame en paz.
—No deberías tratarme mal. ¿Y si hubiera venido a ayudarte otra vez? ¿No crees que mi viejo corazón pueda sentir un poco de compasión de vez en cuando?
Hasta había conseguido componer un gesto compungido. Si no la conociera habría sentido lástima. Era muy buena.
—Ya no te creo, vieja. Es otra vez el mismo cuento, no haces más que liarme con tus tretas cada vez que te hago caso.
Se rió con el mismo sonido que produce una sierra cortando metal.
—No debería estar permitido daros tanto tiempo. Las más veteranas perdéis toda la gracia. ¿Qué sentido tiene que siga preocupándome de vosotras si yo no puedo divertirme? Debería abandonarte, olvidarme de ti. ¿Cómo ibas a encontrar tu nombre entonces?
Otra vez jugaba conmigo.
—Me las apañaré sin tu ayuda, gracias. Estoy segura. Hasta ahora sólo ha servido para hacerme perder el tiempo.
—Te estás volviendo demasiado impertinente. Quizás debería castigarte.
Sentí una agradable sensación de alivio. Me había pasado los últimos cuatro años y pico viviendo atemorizada por sus amenazas, tan convencida de que podía hacerme daño que yo misma lo convertía en algo real. Así es como me controlaba. En cambio ahora sabía, tenía seguridad en mí misma y no era vulnerable.
—Sé que no puedes hacerme nada si no te doy mi consentimiento. Y no voy a cometer el mismo error dos veces. He aprendido mucho.
Se quedó seria. De pronto yo era inalcanzable y seguramente no estaba acostumbrada a perder la ventaja que le permitía jugar con nosotras a su antojo. Entrecerró los ojos y habló muy despacio.
—Sabes demasiado. Tendré que esperar a que se cumpla el plazo, pero cuando tu alma me pertenezca podré hacer contigo lo que quiera. Y soy muy rencorosa.
Había tanto odio y tanta maldad en su mirada que sentí miedo. Me costó mucho trabajo mantenerme firme y contestarle.
—¿Y si no puedes esperar? Un sólo paso en falso y romperás las reglas del juego. Me muero de ganas por ver la cara que pondrías si quedara libre por un error tan tonto.
—¿Crees que el tiempo me preocupa, que soy impaciente? Ya te darás cuenta de lo rápido que pasan los años. Tanto que me resulta demasiado pesado contarlos. Es más práctico medir el paso del tiempo en siglos. No voy a cambiar una eternidad de diversión por un arrebato de ira.
—¿Tu hermano es tan paciente como tú?
No se lo esperaba. Por primera vez desde que la conocí, disfruté. Enormemente. Se había quedado pálida. El mundo se detuvo por un instante, o eso me pareció, en el intervalo de tiempo que tardó en reaccionar. Cuando volvió a girar, perdió el control.
—¿Cómo te has enterado de eso? ¿Quién te lo ha dicho? Dímelo, niña. ¡Dímelo! —estaba demasiado furiosa o demasiado asustada como para darse cuenta de que estaba atrayendo la atención de la gente. Luego enumeró con perversa minuciosidad todas y cada una de las cosas que pensaba hacerle a quien me hubiera revelado el secreto, y a mí misma después. Gritaba cada vez más alto mientras sus facciones se transformaban adoptando una tras otra formas de una mujer joven, de un niño, de un hombre adulto, de algo terrorífico que no había visto antes, y de una diversidad de animales. Y yo no podía contestarle. Para averiguar su nombre tuve que hacer algo que no quiero recordar. Afortunadamente encontré a alguien que aceptó borrarme ese recuerdo. Me asusté tanto que no me costó nada concentrarme, la alternativa era horrible si no lo conseguía.
Entonces lo llamé. Grité su nombre dentro de mi cabeza y deseé con toda mi alma que estuviera allí.
Un hombre joven apareció detrás de la vieja.
Le puso la mano en el hombro.
La vieja se quedó quieta y callada como si se hubiera convertido en una estatua. Había recuperado su aspecto normal, o el que yo imagino que era el normal. Parecía una viejecita desvalida e indefensa justo antes de ser arrollada por un autobús.
—No sabes lo que has hecho, niña —dijo con una voz chillona—. No tenías derecho. Tú tenías una oportunidad. Era un juego limpio.
—¿Juego limpio? —esto era el colmo—. Nunca fue nada parecido. Me engañaste desde el principio —estaba tan furiosa—. Sólo de pensar en todas las chicas que has esclavizado durante tu vida me da náuseas —todo el miedo que había sentido hacía un momento se estaba convirtiendo en una ira fría y vengativa—. Te lo mereces.
—Es verdad —dijo su hermano—. Te lo mereces. Vas a responder de todos tus actos.
No sabía como iba a reaccionar cuando lo llamara. Siempre cabía la posibilidad de que fuera tan caprichoso como su hermana y me fulminara en el acto. Pero merecía la pena correr el riesgo. Siempre es mejor eso que una eternidad de esclavitud.
—¿Qué es lo que te hizo? ¿Por qué la odias tanto? —me atreví a preguntarle.
Permaneció impasible. No dejó trascender ningún sentimiento. Si aún sentía odio, no lo supe.
—Es mejor no remover el pasado. Eso es algo que debe quedar entre ella y yo. Sea lo que sea, ahora pagará por ello. Gracias a ti he alcanzado mi venganza, me has liberado de mi odio. ¿Cómo puedo recompensarte?
No iba a fulminarme. Mejor.
—Sólo te pido una cosa. Necesito que me encuentres.
—Quieres que te devuelva tu nombre.
—Si lo averiguas, por favor, dímelo. Susúrralo al amanecer, justo antes de que el sol aparezca por encima del horizonte. Así me liberarás tú a mí.
Luego desaparecieron los dos.
Creo que se la llevó a algún lugar del que no puede escapar. Sólo me queda esperar.

Fotografía: frixin.


El cuentacuentos

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

5 comentarios:

  • Carabiru
    01 mayo, 2007 22:13

    Uy!
    Es horrible no tener nombre...

    Cuantas dudas deja tu relato...

    Aún así, es interesante.

    Salu2

  • tormenta
    02 mayo, 2007 23:20

    tremendamente intrigante... me ha gustado mucho, una historia muy buena :) dejas todo el trabajo para el lector.. pero eso lo hace todavía más interesante.
    al leerlo es bastante fluido en general, algún dialogo se clava un poquito y el párrafo que comienza con "No sabía como iba a reaccionar cuando lo llamara..." me parece que o bien, que está mal colocado (o sea, que debería ir antes) o bien, que en cierto sentido sobra (tal vez podría expresarse de otra manera.)
    Pero es un relato muy bueno. Da gusto leer a gente como tú.
    Un beso y hasta el próximo cuento.

  • Anónimo
    04 mayo, 2007 13:45

    Me ha encantado, caballero. Intriga que fluye en cada línea hasta el ultimo punto y final.
    Le aplaudo y doy mis felicitaciones (y ya paro de hablar así :P).

    Un beso.

  • vran
    05 mayo, 2007 19:05

    Unos comentarios muy interesantes.

    La idea era justamente dejar el trabajo para el lector. También es verdad que está pensado para que no deje muchas dudas. Espero no haberme pasado.

    Tormenta: Es verdad, puede que sobre ese párrafo.

    Malena: Si, mejor deja de hablar así ;)
    Me hace viejo ;P

  • atenea
    06 mayo, 2007 01:09

    Me encanta por el misterio que lo envuelve todo y porque nos haces participar activamente en el relato.

    Un saludo :)

Entrada más reciente Entradas antiguas Página principal