domingo, 9 de septiembre de 2007

La carta esférica


Después de la "adaptación" de Alatriste, era más bien reacio a dejarme engañar de nuevo por otra adaptación de otra de las novelas de Pérez-Reverte, por más que el libro lo merezca, pero finalmente decidí que, si director, guionista y actores eran distintos, el resultado seguramente sería mejor.
Y ciertamente lo es, pero no para tirar cohetes. La película no decepciona, aunque el ritmo no es constante. Ya desde el principio empecé a desengañarme, pues las primeras escenas del barco tomadas desde el aire, demasiado simples, demasiado largas, con un tímido efecto de sobreimpresión de los nombres de los actores mal aprovechado, dejan entrever que no podía esperar el uso adecuado de los recursos técnicos a lo largo de la película, pero no son de recibo tantos errores de realización, ni un final tan atropellado que realmente cuesta saber ni siquiera donde están.

El guión es demasiado simple, Imanol Uribe simplifica demasiado el libro hasta el punto de que la investigación, que es el hilo conductor de la historia, llena de misterio y con la amenaza constante de los rivales (en el libro, se entiende), aparece casi como un juego y adolece de un nulo esfuerzo de producción que la convierten en algo secundario y monótono, que no engancha en ningún momento, exceptuando tal vez la escena en el despacho del profesor de universidad. Hasta el descubrimiento de los restos del barco, uno de los momentos culminantes, es previsible, poco emocionante y decepcionante, rodado en unas aguas a las que no se puede aplicar el calificativo de límpidas y con unos fondos marinos aburridos (mención aparte merece el numerito de la cueva, que si ya es un despropósito bucear sólo, más lo es meterse allí dentro).

Los personajes en general resultan poco creíbles, con unas actuaciones de las que sólo se salvan Carmelo Gómez (Coy), y tal vez Javier García Gallego (Piloto), y que llega a ser nefasta para la película en el caso de Aitana Sánchez-Gijón (Tánger Soto), personaje fundamental por ser el nexo de unión de todos los demás, resulta sencillamente increíble cada vez que aparece en escena en su papel de mujer hermosa, manipuladora y mentirosa, características que no llega a transmitir, hundiendo la historia de amor entre los dos personajes principales. Para terminar de rematar, los personajes de Enrico Lo Verso (Palermo) y Gonzalo Cunill (Kiskoros) quedan desdibujados, son malos de “cartón-piedra” que aportan poco a la historia, con el resultado de restar verosimilitud al giro final de la película, que no queda nunca justificado.

Una película que si bien por momentos promete, y en algún momento llega a ilusionar, acaba por convertirse en aburrida y monótona debido a la falta de ritmo, las malas interpretaciones y un guión mal planteado que no engancha.

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