lunes, 19 de marzo de 2007

Homenaje a una letra

Un cartel antiguo y pasado de moda sobre una puerta de madera vieja. Dos cristales a cada lado de la puerta, tan deslucidos y rayados que ocultaban mas que mostraban unos pocos colgantes esparcidos sin orden aparente. El aspecto de la tienda no invitaba a entrar.
Dentro olía a viejo. A madera vieja. La tienda era diminuta. Las paredes estaban cubiertas por entero de vitrinas llenas de pequeñas cadenas para los colgantes. La luz de las dos lámparas no conseguía hacer la atmósfera menos asfixiante. Aquella tienda necesitaba urgentemente una reforma. Al fondo de la habitación, detrás de un mostrador que había sido limpiado muchas veces, estaba sentado el dependiente. Un señor mayor de escaso pelo blanco y discreto bigote gris que le miraba por encima de unas gafas que parecían tener tanto tiempo como el traje que llevaba puesto.
—¿Qué desea? —le preguntó casi con fastidio, sin soltar unos alicates pequeños con los que manipulaba uno de los collares sobre el mostrador.
—Hola —empezó—. Verá, me han recomendado esta tienda —¿y si después de todo le habían tomado el pelo?—. Quisiera comprar un colgante.
El viejo apartó la herramienta y el collar y se apoyó en el mostrador.
—¿Qué tipo de colgante? Aquí solo encontrará letras.
—Si, eso me dijeron —aquello era de lo más surrealista—. Pero yo quería un colgante especial. Uno que tenga una propiedad muy concreta.
La cara del viejo se relajó. En un instante pasó de ser un viejo huraño a ser un vejete de lo más simpático. Hasta el aspecto de la tienda cambió, la luz se hizo menos oscura y el olor a viejo desapareció.
—¿De qué propiedad se trata?
—Bueno, no es una propiedad física, por decirlo de alguna manera —qué difícil resultaba pedirlo. Estaban empezando a sudarle las manos.
—Ya veo —la sonrisa del viejo se hizo más amplia—. ¿Es su deseo atraer a alguien? ¿Quizás quiere tener más suerte? ¿O tal vez una mejora de su salud? —siguió, viendo que la mujer no se decidía a pedírselo.
—No, no. No se trata de eso —a lo mejor no le habían aconsejado mal, después de todo—. Lo que yo quiero es guardar un sueño.
Los ojos del viejo brillaron. Tenía todo el aspecto de un niño desenvolviendo un regalo el día de su cumpleaños.
—Es una petición muy poco habitual. Sí, puede hacerse. Pero es necesario un pequeño trámite. La mayor parte de las peticiones que recibo son para mejorar en el trabajo, tener más suerte, o algún enamoramiento —dijo mientras cogía una pluma de madera de un cajón ancho y delgado debajo del mostrador, y una pieza de metal de otro cajón estrecho y profundo.
—Acérquese, por favor —le pidió.
—¿Qué quiere? ¿Qué trámite es ese que hace falta?
Estaba empezando a asustarse. ¿No pretendería aquel individuo que firmara un contrato por un colgante para guardar un sueño? Iba a tener su gracia delante de un juez, si llegara el caso.
—No se preocupe, no es complicado. Voy a escribir una letra en su frente.
Lo de surrealista se estaba quedando corto.
—¿Qué va ha hacer qué? ¿Una letra? —por supuesto, no se acercó, estaba armado con una pluma.
—Para guardar un sueño hay que escribir una letra en la frente del soñador. No hay otra forma de crear el vínculo que captura y recluye al sueño en el colgante —le explicó con un tono de voz que le recordó al de su abuelo cuando de niña quería convencerla de alguna cosa.
Y como una niña obediente a la que piden algo que no le hace mucha gracia se apoyó en el mostrador, poco confiada todavía, y se inclinó mirando la pluma que el viejo levantaba hacia ella como si fueran las tenazas de un dentista. No había muchas alternativas y quería conservar el sueño.
—Ahora no se mueva. Es posible que le escueza un poco, pero no debe moverse bajo ningún concepto.
El escozor empezó en cuando la pluma le tocó la piel y se fue haciendo cada vez más molesto conforme el viejo trazaba la letra.
—Ya queda poco, relájese y no arrugue la frente, por favor —le decía el viejo, que parecía mover la mano deliberadamente despacio. Seguro que sabía escribir más rápido.
—Ya está. Eso es. Y ahora...
Cogió la pieza de metal y agitó la pluma encima. Una gota de sangre se formó en el extremo y cayó sobre la cara plana y rectangular del metal. En cuanto vio la sangre se asustó y se llevó la mano a la frente. La retiró manchada con un trazo muy fino de sangre.
—No debe tocarse la herida. Deje que se cure por sí misma y no le quedará marca. Y no use ningún medicamento, ninguno, o no funcionará. Vuelva cuando haya desaparecido la letra.
Se estaba enfadando de verdad. ¿Le había hecho una herida y no se lo había advertido? ¿Cómo iba a salir a la calle con una herida así en la frente? ¿Y qué pasaba con la higiene?
—Pero... ¿habrá cambiado la plumilla, no? ¿No estará utilizando la misma plumilla para todo el mundo?
—No tiene de que preocuparse —la estaba mirando como si hubiera dicho una de las tonterías más grandes que podían decirse en ese momento—, no le voy a transmitir ninguna enfermedad.
—¿Cuánto tiempo va a tardar en curarse? —a ver como explicaba aquello en el trabajo o en casa.
—Unos días, pocos, dos o tres como mucho. Vuelva entonces y tendré su colgante preparado. Ya hablaremos del precio.
Era todo tan extraño que no se le ocurrió nada más que decirle ni otra cosa que hacer que irse. Ya estaba con la mano en el tirador de la puerta cuando se acordó que no le había pedido la letra.
—Por cierto, la letra que quiero es...
—Eso déjelo de mi cuenta. La letra será la ese, no puede ser de otra manera —le interrumpió amable pero firme. Y viendo que ella le iba a replicar, continuó.
—Yo soy el experto en letras. Créame cuando le digo que no se pueden combinar de cualquier manera, ni se puede hacer cualquier cosa con cualquiera de ellas. Tienen sus reglas, cada una tiene sus usos, y la adecuada para este caso es la ese. ¿Alguna cosa más? —volvía a exhibir una estupenda sonrisa. Casi daba pena contradecirlo.
—Sí, en realidad sí. Me gustaría que la cadena fuera de plata.
—Me temo que tampoco es posible. Ha de ser de hierro. Si es de otro material, no funciona. Y hay otra restricción importante. No debe quitársela nunca, o se perderá el efecto. En este caso, se perderá el sueño. Escapará. Me ocuparé de recordárselo cuando venga a recogerlo.
—Está bien. Adiós —lo tenía todo muy claro el viejo, porque ella no estaba muy segura de lo que estaba haciendo.
—Buenas tardes —parecía tan feliz como desconcertada se sentía ella.
Después de salir a la calle buscó su espejo de maquillaje en el bolso. En la frente tenía dibujada una gran, elegante y estilizada ese, con filigranas y adornos en los extremos.



El cuentacuentos

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

8 comentarios:

  • Anónimo
    19 marzo, 2007 13:16

    Oye pero y que pasa luego? Ese dependiente era un poco suyo no? joder anda que hacer a la otra ir con una ese en la frente...

    Me ha mantenido atenta. Quería saber que pasaba con la letra, con el sueño.

    Quiero más. Necesito saber.

    Sueños, silencio, secretos. Al final su sueño sería el secreto que quedaría guardado en su silencio a través de un colgante que jamás se podría quitar.

    saludines

  • Anónimo
    19 marzo, 2007 21:16

    Vaya!!! Creí que sería dibujada simbólicamente. La historia te mantiene espectante hasta el último renglón y me parece estupendamente escrita. Un saludo.

  • Anónimo
    19 marzo, 2007 22:33

    Oh... me he quedado con la boca abierta y esperando un desenlace...
    ¡No pudes dejarlo así!
    Esta historia engancha y es muy cruel por tu parte, dejarnos " a medias"
    Anda... sigue un poquito más... ¿si? Anda... va... porfa... ¿Si? ¿Si? ¿Si? Porfa, porfa...

    Besitos y cerezas.

    Queralt.

  • Anónimo
    19 marzo, 2007 23:48

    Joooo!!! Me ha gustado mucho, pero me ha sabido a poco... ¿Vas a continuar la historia, verdad? Yo quiero saber que pasa cuando vuelva a por el colgante y también que pasa después...
    ¿Y la S? ¿es una S de Sueños? ¿o el dependiente sabía cual era el sueño que quería (y éste empezaba por la letra S)?
    Me voy con muchas intrigas... :/
    Ojalá que decidas continuarla...

    P.D. Mirándolo por otro lado... mejor ir con una S en la frende que no con una T (tonta) o con una B (boba), ¿verdad? jejeje

    Mil besos y mil aplausos por tu relato! :D

  • Anónimo
    20 marzo, 2007 00:50

    Pues aqui sigo...leyendome todaaas las historias...que lo prometi...
    A ti creo que no te habia leido nunca y la verdad ue muy mal jecho porque veo que merece la pena...
    Muy bien ecrito...y diferente a lo que llevo leido hasta ahora...
    Estoy de acuerdo con muchos de los que por aqui comentan...esto necesita continuacion...un beote muy grande, encantada de hberte encontrado!!!

  • Anónimo
    22 marzo, 2007 07:50

    La magia rezuma por los cuatro costados en tu relato de esta semana. Te mantiene atento todo el rato a la trama, pero eres muy cruel por dejarnos con esta intriga de saber lo que ocurrirá luego jooo jajajaja.
    Tu historia ha sido una de las que más me han gustado y por eso no he dudado en recomendarte.
    Felicidades porque es magnífica.

    Un beso.

  • tormenta
    23 marzo, 2007 11:20

    :)
    Muy bueno. Estupendas descripciones, el principio te introduce perfectamente en la situación. La historia es original y el final abierto es sin duda lo que más me ha gustado, remata esta extraño cuento maravillosamente.
    Peros? :P
    bueno, quizá he notado cierta falta de soltura en algunos de los díalogos, que rompe un poco naturalidad y el ritmo con el que está escrito, sobre todo hacía el final. Pero ya sabes que decir algo así es bastante subjetivo.
    Un beso y hasta la semana que viene.
    pd. muchas gracias por tú crítica, tenías razón, era una frase muy poco afortunada... Pero la dejaré así para acordame de ese detalle, la próxima vez intentaré que la transición sea más suave.

  • vran
    26 marzo, 2007 11:30

    ¿Qué pasa después?
    Supongo que disfrutará con su sueño guardado en el colgante. Quizás algún día se canse de recordarlo. Quizás se cumpla su sueño. Quizás le duela recordarlo, y se quite el colgante.
    O no.
    Quién sabe.
    Para este cuento prefiero un final así, abierto.
    No prometo nada, pero ante tanta insistencia es posible que algún día escriba una continuación ;)

    Gracias a todos por vuestros comentarios.

    Queralt: ¿Cerezas? Con lo que me gustan...

    María: Sí, la ese que le dibuja es la de sueño. Habría que preguntarle al viejo para qué sirven la T o la B. Por si acaso.

    Malena: (Gracias)

    Tormenta: Ah, los diálogos, los diálogos. Leyéndolo ahora que han pasado unos días me doy cuenta que es cierto, hay alguno que está un poco forzado. Me habría gustado corregirlo, pero no he tenido tiempo estos días.
    Y tampoco es para tanto, no es muy poco afortunada. Exagerada.

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